Segunda entrega del tríptico castizo y travieso que La cuadrilla (el dúo de directores formado por Santiago Aguilar y Luis Guridi) dirigió en los años 90, tras Justino, un asesino de la tercera edad (1994) y antes de Atilano, presidente (1998): la selección española no se clasifica para el Mundial por culpa de un juez de línea que prometió a su madre en el lecho de muerte no mentir jamás: por eso Matías no puede evitar pitar un penalti en contra de España, y por eso se refugia en un rincón de Galicia donde quiere pasar inadvertido, entre unos paisanos que tienen otros negocios misteriosos a los que dedicarse.